sábado, 6 de diciembre de 2008

"El mundo al revés...

...el que lo dice, lo es."

Con este simple hechizo, un insulto rebotaba y le llegaba a quien lo había pronunciado, así de fácil. Ni brujerías, ni pochas.

Por supuesto, había muchas más frases mágicas:

Cartucho que no te escucho.


Este "mantra", pronunciado repetidamente, tenía el asombroso poder de volver sordo a quien lo pronunciaba. Así, si algún buen amigo te gritaba, pongamos por caso, ¡gelipollas!(*) o se preparaba para contarte algo que no querías oír, podías repetir esta frase varias veces y entonces, simplemente, dejabas de oírlo.

Si además de eso añadías "fideo, que no te veo", tu buen amigo se volvía invisible y ya no podía hacerte daño, ni por el oído, ni por la vista.

El tacto es otra cosa. Para eso no había encantamiento que valiese. Si tu amable interlocutor caía en la cuenta de que podía adornarte con una guasca(**), bien porque fuese más grande, bien porque más fuerte, bien porque tuviese hinchados los benditos, ya podías decir "idiota, que no me tocas", o "dónde vas, que no me das", que te quedabas con ella puesta.

¡Vete tú antes de que yo me pierda!


Respuesta a ¡vete a la mierda! para la que existía también contrarréplica, a saber, "a la mierda me mandaste, a la mierda me fui y la mierda me dijo que era pa' ti".
-¡Vete a la mierda!
-¡Vete tú, antes de que yo me pierda!
-A la mierda me mandaste, a la mierda me fui y la mierda me dijo que era para ti.

Como me tire un follo, te abollo.


Como me tire un peo, te aporreo.

Todas estas frases pasaban de surtir efecto un buen día y si algún despistado no se percataba de esta circunstancia, los eventuales espectadores podían observar como un zagal con los güevos negros quedaba en ridículo tratando de espantar insultos con rimas de Gloria Fuertes.

Se ha visto la mano de Dios


Con esta expresión quedaba zanjada cualquier polémica surgida en un juego en el que el único árbitro, a falta de acuerdo entre los contendientes, era la Providencia Divina. Si, pongamos por caso, en una carrera muy disputada había dudas sobre quién, de dos posibles ganadores, era el verdadero vencedor, la carrera se repetía. En tal caso, si la victoria era clara, el ganador decía "se ha visto la mano de Dios", y con eso el perdedor aceptaba que en la anterior contienda también había perdido, porque los designios del Altísimo así lo habían determinado. No había más que hablar.
También podía echarse a cara o cruz o pares o nones, la mano de Dios era muy larga en cuestiones azarosas.


(*) Insulto autóctono de significado parecido a gilipollas, aunque con ligeros matices que algún día habrá que desgranar por aquí.
(**) Bofetada o bofetón.

No hay comentarios: